Ante los recientes acontecimientos relacionados con el movimiento 15-M, considero que hay que analizar estas manifestaciones con un poco de distancia.
Es decir la velocidad de nuestra era, la era digital, no ha hecho otra cosa que devorar noticias que se suceden a una velocidad sorprendente, y esto como consecuencia inevitable provoca la necesidad de nuevas e impactantes noticias.
Los medios de comunicación elevan a la categoría de histórico cualquier acontecimiento significativo (en este caso sin lugar a dudas lo es) pero para que algo sea histórico debe provocar unas profundas alteraciones u obligar a una alteración permanente y significativa de las estructuras vigentes a las que se opone, es decir que provoque un cambio a largo plazo.
Para eso deben existir unos objetivos preclaros (en este caso, todos hemos escuchado las propuestas generales que se reivindican; revisión de la ley electoral, nuevo sistema de elección de representantes o listas abiertas, rechazo a la gestión y asunción de los costes de la crisis económica que han recaído principalmente en las clases medias y trabajadora, y podríamos continuar con un largo etc.
Reivindicaciones ante las que me identifico y como tal he participado en las concentraciones.
Pero la duda que se presenta es como dar continuidad a dicho descontento, hay que organizarlo y evitar que caiga en derivas que pongan en riesgo la legitimidad de dicho movimiento; hay que evitar que se introduzcan en él intereses políticos y partidistas. Porque este movimiento ha puesto aspectos importantes sobre la mesa, (riesgo de fractura social, descontento electoral, obligación de los políticos de servir al bien común, algo que se olvida….); pero las elecciones han pasado, se han elegido nuevos representantes y se corre el riesgo de que esto quede en el olvido, algo así como el dulce sueño de una noche de “primavera”.
Si se levanta la concentración ahora, ¿Cuál es la sensación que permanecerá? ¿Se ha conseguido algo?
Difícil situación, porque cuando una manifestación se produce tiene que tener unos objetivos claros, para que pueda darse por finalizada cuando se consigan unos mínimos objetivos; este parece que no es el caso.
Puede ser el inicio de una serie de manifestaciones o concentraciones cíclicas ante las reformas que parecen “necesarias” como se nos repite machaconamente desde distintos foros económicos y empresariales.
Puede incluso derivar en enfrentamientos o conectar con grupos antisistena que deslegitimen su base (ya hoy, los comerciantes de la Plaza del Sol, exigen que se expulse a los concentrados ante el perjuicio causado a sus ventas).
El futuro por tanto es muy incierto, y bajo mi punto de vista la base debería ser establecer de forma meridiana, cuál son los objetivos centrales de dicha reivindicación y delimitar una vía definida y clara de manifestación (por ejemplo, concentraciones fines de semana en las ciudades y pueblos, manifestaciones multitudinarias y puntuales ante posibles medidas que ataquen o degraden las condiciones de vida de los ciudadanos, etc.) y que sea compatible con la evolución del transcurrir diario de un gran número de personas que se identifican con la reivindicación, pero tienen obligaciones diarias; que conviene no olvidar representan la base de este movimiento.
Esperemos que esto no solo haya sido un ejemplo más de el antiguo dicho Castellano referido al Cid: “..Que buen vasallo si tuviera buen señor..”
No tiene que servir solo para sentirnos orgullosos de nosotros mismos.